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jueves, 31 de mayo de 2012


Mails que desaparecen

Mi historia comenzó una tarde en la que, como otra cualquiera, encendí mi ordenador para hablar con mis colegas por el messenger. Estaba ligoteando con un compañero de clase cuando me llegó un mail súper extraño porque no tenía remitente. Al abrirlo, ponía «No reveles el secreto». Me quedé flipada y pensé que no era para mí. Se lo conté a uno de mis amigos y se cachondeó de mí diciendo que eso era imposible. Se lo intenté reenviar, pero tenía algo que lo bloqueaba y no pude. Al poco rato, me llegó otro mail que tampoco tenía dirección y me ponía un link. Al principio, dudé pero cliqué. Era una web súper gore, toda negra, con calaveras, cruces y palabras en latín que no entendía. Le pasé el link a mi amigo y me dijo que a él le daba error y que no la podía abrir. En ese momento, recibí otro mail que decía: «¿No te dije que no revelaras el secreto?». En ese momento el ordenador empezó a pitar súper fuerte y lo apagué directamente del botón. Al entrar de nuevo en el correo, ninguno de esos mails estaba en la bandeja de entrada... Adriana.









La mano misteriosa...

Habíamos ido a un parque de atracciones de Madrid y, cuando íbamos de regreso a Córdoba, el autobús se salió de la carretera y tuvimos un accidente. Aunque no fue demasiado grave, algunos de nosotros tuvimos heridas y lesiones importantes y nos llevaron al hospital de un pueblo que había cerca para dejarnos en observación. A mí desde siempre me han dado muy mal rollo los hospitales, pero teníamos que pasar allá la noche y por la mañana ya retomaríamos el viaje. Por suerte, en la habitación del hospital me tocó con una amiga y otra chica de mi clase que me cae muy bien. Vino la tutora para ver si estábamos bien y si necesitábamos algo y se fue. Nos quedamos a oscuras y teníamos bastante miedo, así que decidimos darnos la mano para sentirnos más protegidas. Eso nos tranquilizó y nos pudimos dormir. A la mañana siguiente, nos despertó la enfermera para ver cómo estábamos y qué tal habíamos dormido. Le dijimosque muy bien, que nos habíamos dado la mano para dormir. «¡Eso es imposible! Las camas están demasiado alejadas y no llegaríais», nos dijo ella. ¡Era cierto! Entonces... ¿quién había dormido aquella noche con nosotras?







El ratón comenzó a moverse... ¡¡¡solo!!!

Estábamos mi amiga Alais y yo solas en mi casa por la noche y decidimos crearnos una cuenta en el messenger. Cuando pensamos qué dirección poner, optamos por poner nuestros nombres y apellidos, pero fue imposible, ¡ya estaban ocupados! Nos entró curiosidad y empezamos a probar con el de toda su familia y con el de todos los miembros de la mía... y el resultado fue alucinante: ¡¡¡Todos estaban ocupados!!! Así que seguimos con la investigación y lo intentamos con todos los nombres de nuestros compañeros de clase. Y nos pasó lo mismo: ¡todos estaban ya pillados! Estábamos súper flipadas y probamos el nombre de nuestra mejor amiga. ¡Por fin uno libre! En ese momento, sonó el móvil de Alais. Nos llamaba la amiga de la dirección, así que se levantó a cogerlo. Sin embargo, cuando respondió, no había nadie al otro lado y al mirar al ordenador... ¡¡¡el ratón se movía solo!!! Empezamos a gritar tope asustadas porque cada vez iba a más velocidad. ¡¡¡Se había vuelto loco!!! De un tirón, el cable se soltó y el ratón se cayó al suelo... Y, al mismo tiempo, quien estuviera al otro lado del teléfono colgó. Y aún flipamos más cuando al coger el ratón estaba súper caliente, como si alguien lo hubiera estado agarrando con mucha fuerza y hubiera transmitido el calor de su mano. ¡No volví a usar el ordenador en una semana!








Conductor poseído

El día había sido agotador. Vimos un museo por la mañana, comimos al aire libre, dimos una vuelta por el monte, hicimos un par de visitas culturales por la tarde, cenamos en un centro comercial y ¡por fin volvíamos a casa! El conductor del autobús había pasado todo el día con nosotros y nos parecía un hombre bastante enrollado. ¡Pero algo extraño pasó! Cuando ya todos estábamos a punto de dormir, le llamaron al móvil y empezó a hablar por el manos libres. Al principio, en voz baja, pero fue subiendo el tono hasta llegar a gritar. Además, de pronto, empezó a hablar en un idioma que ninguno había oído jamás. Se calló por unos instantes y, de repente, se levantó de su asiento y se giró hacia nosotros. Tenía los ojos completamente en blanco y se dirigía hacia un punto del fondo del autobús ¡que nadie conocía! Gritaba cosas que nadie entendía ¡¡¡y nos podíamos estrellar en cualquier momento!!! Pensábamos que no saldríamos de aquella, porque la carretera tenía un montón de curvas. Todos chillábamos como locos pensando que era el fin... En ese instante, sonó en su móvil una música súper gótica, él se giró y cogió el volante. Algo lo había poseído...





¿Dónde está mi perro?

Cuando Lucas era pequeño, su perrito desapareció misteriosamente, nunca supieron de él y fue un golpe muy duro para la familia porque lo querían mucho. Lucas me contó que su abuela tenía una foto donde estaban todos sus nietos y aparecía el perro desaparecido. A?la semana de su desaparición a la fotografía le empezó a pasar algo muy extraño, la cara del perro perdido empezó a aclararse, cada día se veía menos y la abuela estaba aterrada, no hacía más que decir: «¿Dónde está mi perro?». El resto de la familia pensó que era una casualidad y no dio ninguna importancia a la fotografía, era lo que menos importaba en esos momentos, pero lo cierto es que al cabo de un mes, el perro ¡había desaparecido por completo de la foto! Lucas me enseñó la foto y ¡lo vi con mis propios ojos! Todavía recuerdo el escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, ¡¡¡uff!!! 
Elena

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